¿Quién mató a Luca? - Por: Alfredo Andrés Amalfitani

Hay que crear uno, dos, tres Sumo…

Aquél que se enfrenta solo al poder categórico e invisible de la Idealizada sociedad merece el respeto de todos aquellos que callan prefiriendo ser perros vulgares con paseadores decentes.

Sin embargo, quién pelea solitario contra la máquina instituidora de la Moral sólo puede esperar como resultado su propia defunción. Luca Prodan; Perdedor Hermoso en un mundo donde todo lo sólido parece desvanecerse en el aire, fue uno de los que se animó a morir por decencia al vivir.


Luca siguió el camino que le permitió llegar a la profunda humanidad del Ser; burlándose de a ratos (largos) de la jaula de acero; hablo con ello de todo aquello que pretende atar al hombre a un mundo irreal. Un mundo dentro de una caverna, donde nosotros somos simples espectadores; donde no vemos la luz del afuera, sino que atados a una silla presenciamos como en una proyección el corazón de la oscuridad. Es el mundo del capital (en su fase más alta), del desamor, del odio, de las guerras, y de la pobreza en océano de abundancia. Un mundo que Luca no combatió con conciencia de clase o con teorías de izquierda. Es que no se transformará nunca el presente ni el futuro con el Capital en la mano. No hay teoría que pueda marcar el rumbo de la historia; sólo hay hombres. A la realidad se la debe enfrentar dignamente, no con un manual, no con una fórmula irrevocable, sino con imaginación, a veces con simpleza, con un No, o un Fuck You.

Luca tuvo un poco de esa magia picaresca; la de crear pequeñas bestias horriblemente hermosas capaces de agujerar el caparazón verde de los idiotas. Creo que sabía que le esperaba la muerte. Creo también que entendía que ella podía llevarse un cuerpo; un embase, nada más. En cambio la música es infinita. Las notas suenan en el aire todo el tiempo. Alguien en algún momento podrá oírlas y continuar así cantando lo que él cantó con fuerza de Sumo.

Luca se abatió brutalmente en un mar de guerra contra lo ya dicho; contra la ley de ser hombre; lo normal; contra el espejo; contra vidrieras empañadas. Se convirtió en una patología insoportable en un suelo profundamente enfermo; y como toda patología debía ser atendida por un buen médico. A Luca lo asesinó el sistema. Fue tomado prisionero y fue ejecutado lentamente, como una hoja que se mese sobre el ojo humano hasta caer; no siendo vista nunca más aún estando.

¿No fue la Heroína? ¿No fue la ginebra? Es fácil suponer que era un drogadicto alcohólico; que murió de cirrosis; que así dice el parte médico; que eso se sabe. Más difícil es esquivar las causas inmediatas, generalmente sumergidas en un campo de acción individual, y buscar las causas colectivas, las desencadenantes, en el medio social interno.

El individuo no responde en cuanto individuo, sino en cuanto ser colectivo; el mismo yace insertado en una comunidad nunca elegida cuyas reglas están ya instituidas por ley y/o por costumbre. Es espantosamente falsa la idea de que somos lo que queremos ser, y más espantosamente enajenante creerla. Somos lo que la sociedad quiere que seamos; una simple tuerca incrustada en una inmensa máquina donde todo acto en contra de lo establecido se vuelve por inercia contra el ejecutor en forma de sanción jurídica o moral.

Luca pudo, no obstante, ser un individuo de verdad. Su música, sus letras, su accionar, todo como una unidad intocable; sin manchas; tan puro que envenena. “Sentó a la Belleza sobre sus rodillas-y la encontró acerba-y la injurió. Se armó contra la justicia”.

Luca no fue como la mayoría de los músicos que sacan un par de discos duros en su primera etapa, que se manejan con esa actitud de animal rockero under, y que años después andan tocando en estadios de futbol cobrando millones y viviendo una vida burbuja; ni fue como aquellos que ya acomodados en el negocio empiezan a sacar canciones cada vez más melosas con la intención de cobrar unos pesos más para la nueva casa o el nuevo auto. Él nunca hizo lo que otros querían; supo negociar en el comercio negro del arte. Cobraba sus recitales, tenía que comer, pero no dormía en suites, dormía en una casa de mala muerte, o en el banco de una plaza, o en los brazos de una mujer. No te ignoraba en la calle, aunque no era el más humilde; era un ser cariñoso, muy sensible; una pluma reposando en el ombligo de un cráter hecho por una bomba atómica.

Su música no sonaba como los Beatles; sonaba como su alma; como debe sonar la música. Si el alma está desafinada por qué afinar la voz. Luca dejaba caer en cada letra una gota de sangre, y en cada recital una vida. Siempre fue el mismo, no en el acto de ser previsible y circular, sino en el acto de ser auténtico, incorregible, multidireccional. Puso toda su violencia artística en acción; no se quedó con nada. Se exprimió hasta lo último. A Luca no se le seco el hígado se le secó el espíritu. Fue el líder de una aplanadora. No se conformó con ser el estratega del combate. Se abalanzó solo a la lucha, con el abismo a sus costados. No podía esperar más que su propia destrucción:

Es que el sistema funciona en relación a un todo social. Si un único individuo se le enfrenta, este le devolverá en resultado la fuerza del primero multiplicada por el total de sujetos que conscientemente o no forman parte de la masa social.

Sencillo culpar al drogadicto de absoluto responsable, y no a la sociedad morbosa y contradictoria, en donde uno ingiere lo que sea para poder aguantar el día a día; para poder huir del dedo corrector; del traje rutinario; del vivir para trabajar; del ser un aparato repetitivo y no una persona. Escapar, como si fueran cobardes, en un planeta donde no existen los valientes ni los héroes. ¿Las Drogas serían necesarias en el Paraíso?
Complicado sacarse el velo de los ojos y empezar a mirar al infierno por lo que es.

Luca no tomó heroína para ser interesante. No bebía ginebra hasta el letargo por placer. Su adicción era su compañera más cercana en tiempos de hambrientos poderosos; era su paréntesis. Él eligió como salida morir por alcohol antes que morir como hombre estando vivo.

Luca fue un revolucionario sin revolución, y son las dos cosas juntas las que necesitamos hoy. La revolución cultural únicamente podrá triunfar con el accionar conjunto de todos los artistas hacia un mismo objetivo: Promover la existencia de individuos reales entregados a no más vicios que al Ser. Revolución que debe ser hecha para despojarse de lo innecesario; contra la estructura, para su desaparición, o al menos debilitamiento. Revolución no para que desaparezcan las clases por siempre, pero sí al menos, para que aparezca el hombre de una vez por todas.